domingo, 29 de enero de 2012

Política, Estado y Legitimidad



Política, Estado y legitimidad



“¿Una encíclica del Papa Benedicto XVI sobre la libertad es política?”





“Max Weber fue un hombre de ciencia y no hombre político ni hombre de Estado”[1] tal y como nos expone Raymond Aron en la introducción de “El político y el científico”, y esto nos llevara a tomar siempre esa referencia. La del hecho de aclarar conceptos mediante el uso de la ciencia por parte de Weber. Será el planteamiento inicial a tener en cuenta para comprender los conceptos de Max Weber y poder finalmente relacionarlos de una forma muy concreta, con movimientos sociales actuales, las cuales consideraremos política o no en función de dichos conceptos.
En principio tocara definir el concepto de política según Max Weber. “En el pensamiento de Max Weber, las relaciones entre ciencia y política no se caracterizaban solamente, como siempre se dice, por la distinción necesaria. La ciencia que él concibe es aquella que es susceptible de servir al hombre de acción, del mismo modo que la actitud de éste difiere en su fin, pero no en su estructura, de la del hombre de ciencia”.[2] Hechos, conceptos, el objeto, decía Max Weber, están marcados por la orientación de nuestra curiosidad. La ciencia que entiende Weber es aquella que es propensa al servicio del hombre de acción. Este hombre de acción es el que tiene la oportunidad de hacer algo particular y único, que en función de sus valores, según Aron, “introduce en la red del determinismo un nuevo hecho”. El hombre de acción es aquel que hace política, que introduce una idea, funciones, o decisiones que tendrán una repercusión directa.
Max Weber entiende por política cualquier género de actividad directiva humana. Concretamente se centra en lo entendido como la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, en nuestro tiempo, de un Estado.
Teniendo en cuenta esta aclaración, dejaremos de lado, políticas de Bancos, sindicatos, un colegio o institución no relacionada con el Estado, ya que sería totalmente coherente si adaptamos el concepto actividad directiva autónoma con los conceptos implícitos en los enunciados. Para Weber, no hay tarea que en algún momento determinado de la historia, haya sido competencia de una asociación política, al igual que no todo ha sido competencia exclusiva de estas asociaciones, define lo conocido como Estado de una manera muy concreta.
“Dicho Estado sólo es definible sociológicamente por referencia a un medio especifico que él, como toda asociación política, posee: la violencia física”[3]
Especifica a continuación que, naturalmente, no es el medio normal ni el único medio de que el Estado se vale, pero sí es su medio especifico. Claramente desde tiempos remotos, la violencia ha tenido relación directa con asociaciones, empezando desde organizaciones con fines diversos, en los cuales la violencia era la vía directa para la obtención de los mismos, o incluso, la familia.
Weber clarifica el significado de Estado dentro de un marco espacio-temporal concreto. “Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama para sí el monopolio de la violencia física legitima”
Como vemos, con esta definición, el concepto de Estado se aplica a situaciones muy concretas. No podemos llamar a Estado a territorios donde este monopolio de la violencia, no es competencia de dichos dirigentes. Vemos el ejemplo de países donde existen focos de violencia que imponen sus propias normas, en territorios concretos, haciendo caso omiso al poder estatal.
Pero podemos dar diferentes definiciones de lo entendido como Estado, ya que hay variaciones que divergen entre sí según el autor que lo enfoque. Una de las definiciones más clásicas para definir Estado es la de Hermann Heller.
"Unidad de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo continuo, con medios de poder propios, y claramente delimitado en lo personal y territorial"[4]
Haciendo una fusión de los dos conceptos planteados, vemos que en los aspectos que coinciden es en la “unidad de dominación/comunidad humana” o gobierno, la delimitación del territorio y la población dominada. Indiferentemente de que la violencia física, legitimada por los mismos que ejercen el poder, sea o no medio necesario para el acto de dominación, vemos que repercute en puntos muy concretos.
El Gobierno es aquella estructura que ejerce las diversas actividades estatales, denominadas comúnmente “Poderes del Estado”. No podemos identificar gobierno con Estado, ya que los gobiernos pasan y cambian con el tiempo, mientras que el Estado permanece. Podríamos entender el gobierno como la herramienta a través de la cual los dirigentes expresan el poder estatal.
El empleo del término “dirigentes” deja claro el hecho de que esa comunidad humana, realmente son un grupo aspirantes al poder, para poder ser los dirigentes de otro grupo mayor, la población de un territorio concreto.
Actualmente existen territorios delimitados, donde habitan poblaciones, indiferentemente de su etnia, raza, etc., donde no existe lo conocido como Estado. Son conocidos como Estados fallidos. Por otro lado también se puede entender un Estado fallido aquel que no es capaz  de aplicar sus leyes de manera uniforme, generando esto altos índices de problemas sociales. El centro de estudios estadounidense Fund for Peace emite anualmente  el Índice de Estados Fallidos, que publica la revista  Foreign Policy. (www.fp-es.org/estados_fallidos_2010/index2010.html)
Tras esta exposición, queda claro cuáles son las variables que delimitan un Estado como tal. Necesariamente debe haber una unidad de dominación, que tenga el monopolio de legitimación de la violencia, o poder, y que por supuesto ejerza dicho poder en una población en un territorio delimitado, a través del órgano llamado gobierno.
Pero, ¿que entendemos por poder? Claramente existen diferentes enfoques acerca de esta temática. Desde el punto de vista de la politología se suelen dar definiciones modernas que asocian al poder con “la capacidad que tiene un actor para lograr sus objetivos, mediante la modificación o control de la conducta de otro actor”[5] o también como “la posibilidad de sustituir la voluntad ajena por la propia en la determinación de la conducta de otros mediante  la eventual aplicación de un medio coercitivo, sea en un solo acto, sea a través de una serie  de actos”[6] Este medio coercitivo se da o bien a través de la amenaza o como dice Weber, a través de la violencia física.
Estas definiciones nos aproximan al clásico pensamiento dicho de otra manera que Dahl, del poder como el posible suceso en el cual un sujeto tiene poder sobre otro sujeto, haciendo que este haga cosas que en otro tipo de situación no haría. “algo semejante a: A tiene poder sobre B en la medida en que puede conseguir que B haga algo que, de otra manera, no haría”[7] Pero en este enunciado aparecen elementos que distinguir, por ejemplo, poder, coerción, fuerza, autoridad e influencia.
Bachrach y Baratz proponen una interesante  definición para poder. Lo plantean como el logro por parte de A de la obediencia de B por medio de amenaza de sanciones. Luke por otra parte hace una diferenciación entre estos dos componentes entendidos por poder, dejando como “poder” a lo primero y los medios para conseguir la obediencia de B como coerción. Influencia por otra parte se entiende como, sin medios de violencia o amenaza se consigue que B cambie su posible acción. “sin recurrir a una amenaza tácita o franca de privación rigurosa hace que B cambie el curso de su acción”[8]
Por otro lado se plantea la fuerza como el conseguir algo de A tras la desobediencia, privándole de la elección entre obediencia o desobediencia. La manipulación es una subcategoría de la fuerza, ya que se puede conseguir la obediencia de aquel que tiene que obedecer, debido a la falta de consciencia o conocimiento exacto de lo que se pide.
Hay que entender el poder, no como una cualidad ni atributo, es algo intangible que aparece en las relaciones entre los actores políticos. Realmente en el ámbito al que nos referimos, tener más o menos poder es aquel actor que sea políticamente más sabio o hábil.
En este esquema, ejercer el poder implica prevalecer sobre las preferencias opuestas de otros en torno a asuntos clave de la agenda pública. “una insistencia en el comportamiento  a la hora de adoptar decisiones sobre problemas en torno  a los cuales hay un conflicto observable de intereses (subjetivos), entendidos como preferencias expresas por una política y relevados  a través  de una participación política”[9]
“De hecho, no estriba el supremo ejercicio del poder en lograr que otro u otros tengan los deseos que uno quiere que tengan, es decir, en asegurarse su obediencia mediante el control sobre sus pensamientos y deseos...no estriba el supremo y más insidioso ejercicio del poder en impedir en cualquier medida que las personas tengan agravios, recurriendo para ello a modelar sus percepciones, cogniciones y preferencias de suerte que acepten su papel en el orden de cosas existente, ya sea porque no pueden ver ni imaginar una alternativa al mismo, ya sea porque lo ven como natural e irreemplazable, o porque lo valoran como algo ordenado por Dios y beneficioso. Suponer que ausencia de agravio equivale a un consenso genuino es simplemente descartar la posibilidad de un consenso erróneo o manipulado por obra del mandato definicional”[10]
Hemos hablado de poder aplicado, mediante herramientas concretas y nos queda hablar de la forma de legitimación de dichos poderes de dominación, en el caso de Weber, la violencia como medio fundamental de coerción.  
Weber en el texto cita tres tipos de legitimación de la dominación. La costumbre, apoyada fundamentalmente en bases de respeto, antigüedad y por la tradición. Es el caso de organizaciones patriarcales. En segundo lugar nos habla de la autoridad de la gracia. 
“(Carisma) personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que un individuo posee.”
Se refiere a estos como los jefes guerreros elegidos, los grandes demagogos o los jefes de los partidos políticos. Por último tenemos una legitimidad basada en la legalidad. El pueblo acepta la validez de preceptos reales apoyados en normas racionalmente creadas. Lo establecido como legal.
Por otro lado existen posturas muy importantes en la historia acerca de la legitimidad de la política, o del poder. Es el caso de J. J. Rousseau, uno de los tres grandes pensadores políticos del Estado moderno y que su figura ocupa un lugar clave en la convergencia  de tres tendencias muy importantes en la filosofía política. Iusnaturalismo, el realismo político y el enfoque critico-utópico.

Para Rousseau no basta la legalidad, sino que se requiere la legitimidad, esto es, el reconocimiento que unos ciudadanos libres e iguales otorgan a un régimen político en cuanto compatible con su dignidad y autonomía; o, más exactamente, en cuanto que expresa su autonomía.
El problema de Rousseau radicaría, a su juicio, en que no se conformó con renovar el legitimismo, sino que pasó a formular propuestas «tendentes a la institucionalización de un orden justo de dominación», de modo que la «voluntad general» no sólo era un principio legitimante, sino también el «lugar» de la soberanía.

Claramente vemos que la forma de legitimación del poder por parte de Rousseau, es mucho mas con vista a la actualidad y a los sistemas políticas actuales del mundo occidental. No solo necesitamos que en dicha legitimación entre en juego el actor político, o líder, sino también la participación de comunidades enteras.

Nos toca abordar directamente el explicar la condición de política de sucesos muy puntuales referidos en nuestro siglo. En este caso intentare contestar a la siguiente pregunta apoyándome en mis argumentos en cuanto a política, poder y legitimación del mismo, “¿Una encíclica del Papa Benedicto XVI sobre la libertad es política?”

Remitiéndome a lo citado por Weber, de la política como una actividad directiva humana, vemos claramente que en la actualidad, la institución conocida como iglesia, teniendo su sede central en el Vaticano y a su principal representante que es el Papa, no ejerce de director de ninguna actividad humana dentro de unos límites territoriales, en lo comprendido como política. (Sistema político actual formado por actores políticos).

Pero debemos dejar claro, que dicha institución en su día si que tenía actividades de dirección humana, y por supuesto disponía del ejercicio del poder. Nos vamos a remitir a este hecho concreto, el ejercicio del poder. La iglesia disponía en su momento del monopolio de la violencia, así como métodos de coerción, violencia física, etc.

Probablemente por la influencia que tiene el Papa, como representante supremo de esta institución, podemos decir que existen colectivos que siguen sus directrices planteadas, pero, claramente no podemos relacionarlo con los términos empleados por Weber, o Heller, del dominio sobre una comunidad muy concreta.
Este dominio se entendería en términos de política como Estado, y claramente, y a menos que consideremos el Vaticanos un Estado, no ejerce dicha influencia sobre una comunidad delimitada en un territorio.

Podríamos decir en términos amplios, lo que antiguamente en otras épocas, poseía el monopolio de la legitimación de la violencia, en este caso la iglesia, dejo de tenerlo. En la actualidad eso ya no le corresponde a dicha institución, sino a otra.

Ahora, nos preguntamos, ¿Qué pasa si influye esta encíclica en el pensamiento de comunidades? Vemos con claridad que existe un intento por hacerse con el poder, ya que teníamos entendido poder fundamentalmente como “la capacidad que tiene un actor para lograr sus objetivos, mediante la modificación o control de la conducta de otro actor”
Pero, teniendo en cuenta que solo se discute y se introduce en la agenda política aquello que tiene relevancia y resulta de importancia para este conjunto, daría fe de que “la libertad” como tema principal de una encíclica del Papa, no resultaría relevante dentro de dicha agenda.

Por tanto, si dicho tema no se introduce en la agenda política, no se discutirá y quedara como un simple suceso, proveniente de una comunidad concreta, que tiene ideologías concretas, pero no influirán en la política real, conocida como política. Quedara relegada a una simple influencia en su comunidad de creyentes y no tendrá repercusión entre los actores políticos.

Y en cuanto a la legitimación del poder, vemos que la iglesia utilizo la violencia física como medio directo de dicha legitimación. Por supuesto no es concebible personas quemadas en hogueras, o perseguidas como herejes por el simple hecho de no seguir las directrices marcadas por tal institución. Tales cosas no pueden suceder en la actualidad, ya que no sería aceptado por los que realmente disponen del monopolio en legitimar la violencia.

Y volviendo al hecho de que hablamos de una institución que ya no tiene el monopolio de la legitimación de la violencia, por tanto no puede ejercer poder, cualquier cosa proveniente de dicha institución, creo que no es política.

Una encíclica del Papa, mayor representante en una institución llamada iglesia Católica, probablemente pueda influir en comunidades creyentes, que claramente son participantes de los sistemas políticos hoy en día, haciendo que participen de una manera en la política o de otra. Pero hay que tener muy claro quiénes son los que tienen el ejercicio del poder, quienes son los que ponen en su agenda lo relevante para un Estado, o para el mundo. Yo en mi pasión por la comprensión del verdadero poder, más allá de lo visible, les llamaría Ellos, y estoy seguro que Ellos, después de el progreso que han dado a su monopolio de la violencia, no dejarían que temas de este tipo que de verdad repercuten en la sociedad, sea tratado como un tema político y un tema el cual los actores políticos deberían debatir frente a un Estado, o el mundo.










BIBLIOGRAFIA

CARRACEDO, Jose Rubio, Democracia y legitimación del Poder en Rousseau, Centro de estudios políticos y constitucionales, Madrid, 1990
DAHL, Robert A., The concept of power, Behavioral Science, 1957
GARCIA-PELAYO, Manuel, Ciencia política: introducción elemental a la teoría general de sistemas, Caracas: s. n., 1975
HELLER, Hermann, Teoría del Estado, Comares Editorial, 2004
LUKES, Steven, El poder. Un enfoque radical, Siglo XXI Editores, 1985
WEBER, Max, El político y el científico, Alianza Editorial, 1967

http://pcbfaculty.ou.edu/classfiles/MKT6293/WK4_Power_Dep/BS%2057%20Dahl.pdf


[1] Raymond Aron. “Introducción”, El político y el científico Madrid, Alianza, 1992,p. 9
[2] Aron, p 10
[3] Max Weber. “El político y el científico” Madrid, Alianza, 1992, p 83
[4] Hermann Heller. "Supuestos históricos del Estado actual, Teoría del Estado", FCE, p 142.
[5] J. C. Rey, “El Poder”, Caracas, 5, 1988, p. 122
[6] Manuel García-Pelayo, “Ciencia política: introducción elemental a la teoría general de sistemas”, Caracas, 2, 1975, p. 74
[7] R. A. Dahl, “The concept of power”, New York: The Free Press, 1969, p. 80
[8] Peter Bachrach y Morton S. Baratz, Power and Poverty. Theory and Practice, New York: Oxford University Press, 1970, p. 30
[9] Steven Lukes, El poder. Un enfoque radical (México: Siglo XXI Editores, 1985), p. 10
[10] Lukes, El poder… p. 22

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