Política,
Estado y legitimidad
“¿Una
encíclica del Papa Benedicto XVI sobre la libertad es política?”
“Max
Weber fue un hombre de ciencia y no hombre político ni hombre de Estado”[1]
tal y como nos expone Raymond Aron en la introducción de “El político y el científico”, y esto nos llevara a tomar siempre
esa referencia. La del hecho de aclarar conceptos mediante el uso de la ciencia
por parte de Weber. Será el planteamiento inicial a tener en cuenta para
comprender los conceptos de Max Weber y poder finalmente relacionarlos de una
forma muy concreta, con movimientos sociales actuales, las cuales
consideraremos política o no en función de dichos conceptos.
En principio tocara
definir el concepto de política según Max Weber. “En el pensamiento de Max Weber, las relaciones entre ciencia y
política no se caracterizaban solamente, como siempre se dice, por la
distinción necesaria. La ciencia que él concibe es aquella que es susceptible
de servir al hombre de acción, del mismo modo que la actitud de éste difiere en
su fin, pero no en su estructura, de la del hombre de ciencia”.[2]
Hechos, conceptos, el objeto, decía Max Weber, están marcados por la
orientación de nuestra curiosidad. La ciencia que entiende Weber es aquella que
es propensa al servicio del hombre de acción. Este hombre de acción es el que
tiene la oportunidad de hacer algo particular y único, que en función de sus
valores, según Aron, “introduce en la red
del determinismo un nuevo hecho”. El hombre de acción es aquel que hace
política, que introduce una idea, funciones, o decisiones que tendrán una
repercusión directa.
Max Weber entiende por
política cualquier género de actividad directiva humana. Concretamente se centra en
lo entendido como la dirección o la influencia sobre la dirección de una
asociación política, es decir, en
nuestro tiempo, de un Estado.
Teniendo en cuenta esta
aclaración, dejaremos de lado, políticas de Bancos, sindicatos, un colegio o
institución no relacionada con el Estado, ya que sería totalmente coherente si
adaptamos el concepto actividad directiva autónoma con los conceptos implícitos
en los enunciados. Para Weber, no hay tarea que en algún momento determinado de
la historia, haya sido competencia de una asociación política, al igual que no
todo ha sido competencia exclusiva de estas asociaciones, define lo conocido
como Estado de una manera muy concreta.
“Dicho
Estado sólo es definible sociológicamente por referencia a un medio especifico
que él, como toda asociación política, posee: la violencia física”[3]
Especifica a
continuación que, naturalmente, no es el medio normal ni el único medio de que
el Estado se vale, pero sí es su medio especifico. Claramente desde tiempos
remotos, la violencia ha tenido relación directa con asociaciones, empezando
desde organizaciones con fines diversos, en los cuales la violencia era la vía
directa para la obtención de los mismos, o incluso, la familia.
Weber clarifica el
significado de Estado dentro de un marco espacio-temporal concreto. “Estado es aquella comunidad humana que,
dentro de un determinado territorio, reclama para sí el monopolio de la
violencia física legitima”
Como vemos, con esta
definición, el concepto de Estado se aplica a situaciones muy concretas. No
podemos llamar a Estado a territorios donde este monopolio de la violencia, no
es competencia de dichos dirigentes. Vemos el ejemplo de países donde existen
focos de violencia que imponen sus propias normas, en territorios concretos,
haciendo caso omiso al poder estatal.
Pero podemos dar
diferentes definiciones de lo entendido como Estado, ya que hay variaciones que
divergen entre sí según el autor que lo enfoque. Una de las definiciones más
clásicas para definir Estado es la de Hermann Heller.
"Unidad
de dominación, independiente en lo exterior e interior, que actúa de modo
continuo, con medios de poder propios, y claramente delimitado en lo personal y
territorial"[4]
Haciendo una fusión de
los dos conceptos planteados, vemos que en los aspectos que coinciden es en la
“unidad de dominación/comunidad humana” o gobierno, la delimitación del
territorio y la población dominada. Indiferentemente de que la violencia
física, legitimada por los mismos que ejercen el poder, sea o no medio
necesario para el acto de dominación, vemos que repercute en puntos muy
concretos.
El Gobierno es aquella
estructura que ejerce las diversas actividades estatales, denominadas
comúnmente “Poderes del Estado”. No
podemos identificar gobierno con Estado, ya que los gobiernos pasan y cambian
con el tiempo, mientras que el Estado permanece. Podríamos entender el gobierno
como la herramienta a través de la cual los dirigentes expresan el poder estatal.
El empleo del término
“dirigentes” deja claro el hecho de que esa comunidad humana, realmente son un
grupo aspirantes al poder, para poder ser los dirigentes de otro grupo mayor,
la población de un territorio concreto.
Actualmente existen
territorios delimitados, donde habitan poblaciones, indiferentemente de su
etnia, raza, etc., donde no existe lo conocido como Estado. Son conocidos como
Estados fallidos. Por otro lado también se puede entender un Estado fallido
aquel que no es capaz de aplicar sus leyes
de manera uniforme, generando esto altos índices de problemas sociales. El
centro de estudios estadounidense Fund
for Peace emite anualmente el Índice
de Estados Fallidos, que publica la revista
Foreign Policy. (www.fp-es.org/estados_fallidos_2010/index2010.html)
Tras esta exposición,
queda claro cuáles son las variables que delimitan un Estado como tal.
Necesariamente debe haber una unidad de dominación, que tenga el monopolio de
legitimación de la violencia, o poder, y que por supuesto ejerza dicho poder en
una población en un territorio delimitado, a través del órgano llamado
gobierno.
Pero, ¿que entendemos
por poder? Claramente existen diferentes enfoques acerca de esta temática.
Desde el punto de vista de la politología se suelen dar definiciones modernas
que asocian al poder con “la capacidad
que tiene un actor para lograr sus objetivos, mediante la modificación o
control de la conducta de otro actor”[5] o también como “la posibilidad de sustituir la voluntad ajena por la propia en la
determinación de la conducta de otros mediante
la eventual aplicación de un medio coercitivo, sea en un solo acto, sea
a través de una serie de actos”[6] Este medio coercitivo se da o bien a
través de la amenaza o como dice Weber, a través de la violencia física.
Estas definiciones nos
aproximan al clásico pensamiento dicho de otra manera que Dahl, del poder como
el posible suceso en el cual un sujeto tiene poder sobre otro sujeto, haciendo
que este haga cosas que en otro tipo de situación no haría. “algo semejante a: A tiene poder sobre B en
la medida en que puede conseguir que B
haga algo que, de otra manera, no haría”[7] Pero en este enunciado aparecen
elementos que distinguir, por ejemplo, poder, coerción, fuerza, autoridad e
influencia.
Bachrach y Baratz
proponen una interesante definición para
poder. Lo plantean como el logro por parte de A de la obediencia de B por medio
de amenaza de sanciones. Luke por otra parte hace una diferenciación entre
estos dos componentes entendidos por poder, dejando como “poder” a lo primero y los medios para conseguir la obediencia de B
como coerción. Influencia por otra parte se entiende como, sin medios de
violencia o amenaza se consigue que B cambie su posible acción. “sin recurrir a una amenaza tácita o franca
de privación rigurosa hace que B cambie el curso de su acción”[8]
Por otro lado se
plantea la fuerza como el conseguir algo de A tras la desobediencia, privándole
de la elección entre obediencia o desobediencia. La manipulación es una
subcategoría de la fuerza, ya que se puede conseguir la obediencia de aquel que
tiene que obedecer, debido a la falta de consciencia o conocimiento exacto de
lo que se pide.
Hay que entender el
poder, no como una cualidad ni atributo, es algo intangible que aparece en las
relaciones entre los actores políticos. Realmente en el ámbito al que nos
referimos, tener más o menos poder es aquel actor que sea políticamente más
sabio o hábil.
En este esquema,
ejercer el poder implica prevalecer sobre las preferencias opuestas de otros en
torno a asuntos clave de la agenda pública. “una
insistencia en el comportamiento a la
hora de adoptar decisiones sobre problemas en torno a los cuales hay un conflicto observable de
intereses (subjetivos), entendidos como preferencias expresas por una política
y relevados a través de una participación política”[9]
“De
hecho, no estriba el supremo ejercicio del poder en lograr que otro u otros
tengan los deseos que uno quiere que tengan, es decir, en asegurarse su
obediencia mediante el control sobre sus pensamientos y deseos...no estriba el
supremo y más insidioso ejercicio del poder en impedir en cualquier medida que
las personas tengan agravios, recurriendo para ello a modelar sus percepciones,
cogniciones y preferencias de suerte que acepten su papel en el orden de cosas
existente, ya sea porque no pueden ver ni imaginar una alternativa al mismo, ya
sea porque lo ven como natural e irreemplazable, o porque lo valoran como algo ordenado
por Dios y beneficioso. Suponer que ausencia de agravio equivale a un consenso
genuino es simplemente descartar la posibilidad de un consenso erróneo o
manipulado por obra del mandato definicional”[10]
Hemos hablado de poder
aplicado, mediante herramientas concretas y nos queda hablar de la forma de
legitimación de dichos poderes de dominación, en el caso de Weber, la violencia
como medio fundamental de coerción.
Weber en el texto cita
tres tipos de legitimación de la dominación. La costumbre, apoyada
fundamentalmente en bases de respeto, antigüedad y por la tradición. Es el caso
de organizaciones patriarcales. En segundo lugar nos habla de la autoridad de
la gracia.
“(Carisma)
personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza,
igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el heroísmo u otras
cualidades de caudillo que un individuo posee.”
Se refiere a estos como
los jefes guerreros elegidos, los grandes demagogos o los jefes de los partidos
políticos. Por último tenemos una legitimidad basada en la legalidad. El pueblo acepta la validez de preceptos reales apoyados
en normas racionalmente creadas. Lo establecido como legal.
Por otro lado
existen posturas muy importantes en la historia acerca de la legitimidad de la
política, o del poder. Es el caso de J. J. Rousseau, uno de los tres grandes
pensadores políticos del Estado moderno y que su figura ocupa un lugar clave en
la convergencia de tres tendencias muy
importantes en la filosofía política. Iusnaturalismo, el realismo político y el
enfoque critico-utópico.
Para Rousseau no
basta la legalidad, sino que se requiere la legitimidad, esto es, el
reconocimiento que unos ciudadanos libres e iguales otorgan a un régimen
político en cuanto compatible con su dignidad y autonomía; o, más exactamente,
en cuanto que expresa su autonomía.
El problema de
Rousseau radicaría, a su juicio, en que no se conformó con renovar el
legitimismo, sino que pasó a formular propuestas «tendentes a la
institucionalización de un orden justo de dominación», de modo que la «voluntad
general» no sólo era un principio legitimante, sino también el «lugar» de la
soberanía.
Claramente vemos
que la forma de legitimación del poder por parte de Rousseau, es mucho mas con
vista a la actualidad y a los sistemas políticas actuales del mundo occidental.
No solo necesitamos que en dicha legitimación entre en juego el actor político,
o líder, sino también la participación de comunidades enteras.
Nos toca abordar
directamente el explicar la condición de política
de sucesos muy puntuales referidos en nuestro siglo. En este caso intentare
contestar a la siguiente pregunta apoyándome en mis argumentos en cuanto a
política, poder y legitimación del mismo, “¿Una
encíclica del Papa Benedicto XVI sobre la libertad es política?”
Remitiéndome a
lo citado por Weber, de la política como una actividad directiva humana, vemos
claramente que en la actualidad, la institución conocida como iglesia, teniendo
su sede central en el Vaticano y a su principal representante que es el Papa, no
ejerce de director de ninguna actividad humana dentro de unos límites
territoriales, en lo comprendido como política. (Sistema político actual
formado por actores políticos).
Pero debemos
dejar claro, que dicha institución en su día si que tenía actividades de dirección
humana, y por supuesto disponía del ejercicio del poder. Nos vamos a remitir a
este hecho concreto, el ejercicio del poder. La iglesia disponía en su momento
del monopolio de la violencia, así como métodos de coerción, violencia física,
etc.
Probablemente
por la influencia que tiene el Papa, como representante supremo de esta
institución, podemos decir que existen colectivos que siguen sus directrices
planteadas, pero, claramente no podemos relacionarlo con los términos empleados
por Weber, o Heller, del dominio sobre una comunidad muy concreta.
Este dominio se
entendería en términos de política como Estado, y claramente, y a menos que
consideremos el Vaticanos un Estado, no ejerce dicha influencia sobre una
comunidad delimitada en un territorio.
Podríamos decir
en términos amplios, lo que antiguamente en otras épocas, poseía el monopolio
de la legitimación de la violencia, en este caso la iglesia, dejo de tenerlo.
En la actualidad eso ya no le corresponde a dicha institución, sino a otra.
Ahora, nos
preguntamos, ¿Qué pasa si influye esta encíclica en el pensamiento de
comunidades? Vemos con claridad que existe un intento por hacerse con el poder,
ya que teníamos entendido poder fundamentalmente como “la capacidad que tiene un actor para lograr sus objetivos, mediante la
modificación o control de la conducta de otro actor”
Pero, teniendo
en cuenta que solo se discute y se introduce en la agenda política aquello que
tiene relevancia y resulta de importancia para este conjunto, daría fe de que
“la libertad” como tema principal de una encíclica del Papa, no resultaría
relevante dentro de dicha agenda.
Por tanto, si
dicho tema no se introduce en la agenda política, no se discutirá y quedara
como un simple suceso, proveniente de una comunidad concreta, que tiene
ideologías concretas, pero no influirán en la política real, conocida como
política. Quedara relegada a una simple influencia en su comunidad de creyentes
y no tendrá repercusión entre los actores políticos.
Y en cuanto a la
legitimación del poder, vemos que la iglesia utilizo la violencia física como
medio directo de dicha legitimación. Por supuesto no es concebible personas
quemadas en hogueras, o perseguidas como herejes por el simple hecho de no
seguir las directrices marcadas por tal institución. Tales cosas no pueden
suceder en la actualidad, ya que no sería aceptado por los que realmente
disponen del monopolio en legitimar la violencia.
Y volviendo al
hecho de que hablamos de una institución que ya no tiene el monopolio de la
legitimación de la violencia, por tanto no puede ejercer poder, cualquier cosa
proveniente de dicha institución, creo que no es política.
Una encíclica
del Papa, mayor representante en una institución llamada iglesia Católica,
probablemente pueda influir en comunidades creyentes, que claramente son
participantes de los sistemas políticos hoy en día, haciendo que participen de
una manera en la política o de otra. Pero hay que tener muy claro quiénes son
los que tienen el ejercicio del poder, quienes son los que ponen en su agenda
lo relevante para un Estado, o para el mundo. Yo en mi pasión por la
comprensión del verdadero poder, más allá de lo visible, les llamaría Ellos, y
estoy seguro que Ellos, después de el progreso que han dado a su monopolio de
la violencia, no dejarían que temas de este tipo que de verdad repercuten en la
sociedad, sea tratado como un tema político y un tema el cual los actores
políticos deberían debatir frente a un Estado, o el mundo.
BIBLIOGRAFIA
CARRACEDO, Jose Rubio, Democracia y legitimación del Poder en
Rousseau, Centro de estudios políticos y constitucionales, Madrid, 1990
DAHL, Robert A., The concept of power, Behavioral
Science, 1957
GARCIA-PELAYO, Manuel, Ciencia política: introducción elemental a
la teoría general de sistemas, Caracas: s. n., 1975
HELLER, Hermann, Teoría
del Estado, Comares Editorial, 2004
LUKES, Steven, El
poder. Un enfoque radical, Siglo XXI Editores, 1985
WEBER, Max, El político
y el científico, Alianza Editorial, 1967
http://pcbfaculty.ou.edu/classfiles/MKT6293/WK4_Power_Dep/BS%2057%20Dahl.pdf
[1] Raymond Aron. “Introducción”, El político y el científico Madrid,
Alianza, 1992,p. 9
[2] Aron, p 10
[3] Max Weber. “El político y el científico” Madrid, Alianza, 1992, p 83
[4] Hermann Heller. "Supuestos históricos del Estado actual,
Teoría del Estado", FCE, p 142.
[5]
J. C. Rey, “El Poder”, Caracas, 5, 1988, p. 122
[6]
Manuel García-Pelayo, “Ciencia
política: introducción elemental a la teoría general de sistemas”, Caracas,
2, 1975, p. 74
[7] R. A. Dahl, “The concept of power”, New York: The
Free Press, 1969, p. 80
[8] Peter Bachrach y Morton S.
Baratz, Power and Poverty. Theory
and Practice, New York: Oxford University Press, 1970, p. 30
[9] Steven Lukes, El poder. Un
enfoque radical (México: Siglo XXI Editores, 1985), p. 10
[10] Lukes, El poder… p. 22
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