domingo, 29 de enero de 2012

Pensiones en España


SISTEMA DE PENSIONES EN ESPAÑA: EVOLUCIÓN, ACTUALIDAD, PRINCIPALES TENDENCIAS Y ALTERNATIVAS



SOCIOLOGÍA DEL TRABAJO
Análisis y debates alrededor del tema de las pensiones


Desde Otto von Bismarck en Prusia, en casi todos los países se han puesto en funcionamiento programas públicos de transferencias que proporcionan rentas periódicas y vitalicias a los individuos durante su vejez. Actualmente, las pensiones de jubilación constituyen
la fuente de renta más importante de los jubilados. [1] Las pensiones de jubilación también suponen la mayor cantidad de gasto público en protección social. Su financiación recae sobre el factor trabajo, mediante cotizaciones o a través de impuestos generales.
En España el primer sistema público de pensiones de jubilación (Retiro Obrero Obligatorio) se remonta a 1919. La reforma “permanente” del sistema público de pensiones arranca en la era democrática con la Ley 26/ 1985 de Medidas Urgentes para la Racionalización de la Estructura y Acción Protectora de la Seguridad Social, en lo referente al "análisis de los problemas estructurales del sistema de seguridad social y de las principales reformas que deberán acometerse".[2] El mecanismo de racionalización definitivo en términos económicos vino con El Pacto de Toledo aprobado durante la sesión del 6 de abril de 1995. Supuso recortes, aunque también tiene elementos de consolidación del sistema público.
            Tal y como ha ocurrido en otros países, desde entonces el gasto en pensiones ha crecido hasta suponer la mayor parte del gasto en protección social. España tiene un sistema de pensiones púbico, obligatorio, contributivo y de reparto, donde las rentas se determinan en función de las cotizaciones durante la vida laboral y un sistema de pensiones contributivas en el que las cotizaciones se acumulan en cuentas individuales y los beneficios se calculan anualizando el capital acumulado. Se complementa con un sistema público de pensiones asistenciales, así como un sistema privado voluntario.
El siglo XXI nos muestra un panorama totalmente diferente en lo económico, lo político y lo social. Las pautas seguidas en el siglo pasado durante la creación de los sistemas públicos de pensiones, nada tienen que ver con lo que ven nuestros ojos. Antes la mayoría de la población era pobre, la longevidad estaba poco extendida y predominaba la estructura familiar tradicional caracterizada por la estabilidad de unas unidades familiares en las que sólo el “cabeza de familia” participaba en el mercado de trabajo.[3] Contextualizando, abordaremos la necesidad de la época en la creación de un sistema de Seguridad Social, racionalizado y la influencia que tiene la distribución demográfica y las normas sociales.
Teniendo en cuenta que el objetivo de un sistema público contributivo de seguridad social es ofrecer un seguro a la hora de carecer de renta laboral, veremos por qué motivos es fundamental para proporcionar bienestar social. La seguridad social es un sistema ideado para proteger a la población de una sociedad contra las privaciones económicas y sociales que pudieran afectarles. La Seguridad Social cubre las privaciones que puedan sufrir los individuos a causa de enfermedad, maternidad, accidente de trabajo o enfermedad laboral, desempleo, invalidez, vejez y muerte; y también la protección en forma de asistencia médica y de ayuda a las familias con hijos. Por tanto, incluye entre otros servicios la asistencia sanitaria, las prestaciones por incapacidad temporal, las prestaciones por maternidad, las prestaciones de atención a la tercera edad, las prestaciones por desempleo y las pensiones.[4]
Por tanto podemos resumir la necesidad en dos razones: la primera razón tiene que ver con los fallos de los mercados privados de seguros. Estos a veces no pueden cubrir determinados riesgos, como por ejemplo aquellos de tipo sistémico que se originen en perturbaciones agregadas de la economía. El segundo motivo por lo que es necesario un sistema de S.S. es por el hecho de que pueda contribuir a aumentar la eficiencia económica. A continuación veremos por qué.
Antes de avanzar, pongamos sobre la mesa algunos datos en relación a los factores que intervienen en el sistema de pensiones español. En 1998 el gasto total en pensiones en España representaba un 11,4% del PIB, más de tres puntos por encima que en 1990 y dos décimas menos que en 1996, el año  de mayor gasto en pensiones en relación con el PIB de la historia española.[5] En comparación a otros países de la UE este gasto parece moderado: en el año 1996 el gasto total en pensiones representaba un  14,6% del PIB en el conjunto de la Unión Europea (UE). El proceso de envejecimiento de la población española es algo que se viene dando desde hacía varios años y que seguirá dándose en la próxima década. Podríamos hacer un parón en los años en los que España recibió unos altos porcentajes de inmigración (2009), lo que permitió en cierta medida el rejuvenecimiento de la sociedad española. Por otro lado la disminución del número de afiliados a la Seguridad Social se redujo en el último año en un 7%. Del año 2007 al 2009 se redujo la media anual de afiliados en el régimen general (en miles de habitantes) de 14.706,8 a 13.538,7[6] y la tasa de paro en la actualidad es de un 21.52%. Con estos datos abordamos los factores determinantes en el sistema de pensiones que son: la población en edad de jubilación en relación a la población en edad de trabajar, la tasa de empleo y la relación entre pensión media y productividad media del trabajo.
El factor que nos interesa de forma relevante es la relación entre la población de más de 65 años y la población en edad de trabajar.
Tras dejar claro a grandes rasgos el panorama actual de los factores que intervienen en el sistema de pensiones haremos una revisión de sus características y evolución, para posteriormente profundizar en las necesidades, carencias y posibles alternativas del sistema en la actualidad para su mejor adaptación a las condiciones sociales, económicas y políticas de España. 
El sistema público de pensiones en España se divide en dos grandes subsistemas: el asistencial no contributivo y el contributivo. El primero atiende a aquellos que se encuentren por debajo del umbral de renta (< 4.708,62 euros anuales). Esta gestionado pos las Administraciones central y autonómicas. El segundo subsistema es obligatorio. Se gestiona a través del modelo de reparto y su financiación procede de las contribuciones sociales de empleadores y trabajadores (IRPF e impuestos sobre sociedades). Las pensiones que se reciben están directamente relacionadas con los ingresos del trabajo obtenidos durante la vida laboral. Existe otro sector denominado Clases Pasivas del Estado, como son los funcionarios de la administración central y militares que disfrutan de pensiones gestionadas por el Estado. Todas las pensiones tienen el tratamiento de rentas del trabajo a efectos fiscales. Dentro de los requisitos para acceder a las pensiones de jubilación está tener una edad de 65 años y un mínimo de 15 años de cotización. Existen excepciones por las cuales la jubilación se puede dar a los 61 años e incluso a los 60. La cuantía a percibir se calcula según la base reguladora.
La base reguladora se calcula dividiendo por 210 las bases de cotización del interesado durante los 180 meses inmediatamente anteriores a aquél en que se produzca el hecho causante. La base de cotización es, fundamentalmente, el salario mensual.[7] Existen máximos y mínimos en los salarios mensuales así como en las pensiones. En el caso de jubilación anticipada, la prestación se reduce en un 8% por cada año o fracción anterior a los 65.
Para acceder a las pensiones por invalidez se tiene en cuenta la severidad y las causas de la misma, la edad del trabajador y si éste está cotizando en el momento de la solicitud. Por su parte, las personas viudas, huérfanos y con parentesco con el trabajador o con el pensionista fallecido pueden acceder a las correspondientes pensiones. En el caso de trabajadores activos, los requisitos contributivos dependen de la causa de la muerte. En el caso de pensionistas, no hay esos requisitos.[8]
El gasto en pensiones como porcentaje del PIB puede expresarse de la siguiente manera:
Se descompone en cinco cocientes que pueden interpretarse de manera independiente, aunque sus evolucione estén relacionadas. El primer cociente es la ratio de dependencia, el segundo la inversa de la tasa de empleo, el tercero la tasa de cobertura, el cuarto la inversa de la productividad media del trabajo y el quinto la pensión media.
El primer factor que abordamos es la relación activos-pensionistas (ratio de dependencia). Cuanto mayor sea esta relación, mayor es el gasto en pensiones como porcentaje del PIB. En la década de los 80 esta relación era de 2,5 afiliados a la seguridad social. En los 90 los niveles de afiliación a la seguridad social superaron con creces a las pensiones por jubilación y esta relación se redujo, debido al crecimiento económico y de empleo experimentado en esos años, lo que permitió reducir el peso de gasto en porcentaje del PIB (en torno al 10%), o sea una tranquilidad relativa en términos contables de la Seguridad Social.[9] Posteriormente, este ratio se ha elevado hasta los 2.30 afiliados por pensión en abril de 2008. En los últimos años el eje en torno al cual gira este debate recae en el proceso de envejecimiento de la población española a un ritmo vertiginoso, ya que atenta a la sostenibilidad del sistema y porque estas prestaciones (las de jubilación) constituyen la gran mayoría del total.
La tasa de empleo es otro de los determinantes en el gasto de pensiones como porcentaje del PIB. Cuanto mayor es la tasa de empleo, menor es el gasto en pensiones como porcentaje del PIB. El cociente de la pensión media y la productividad media del trabajo (PIB por ocupado): cuanto mayor es este cociente, mayor es el gasto en pensiones como porcentaje del PIB.

En resumen, el sistema es tanto más sostenible, dada una tasa de cobertura y un importe medio de las pensiones, cuanto menor es la tasa de dependencia, cuanto mayor es la tasa de actividad, cuanto menor es la tasa de paro y cuanto más productivo es el trabajo.

El PIB en España para el 3º trimestre de 2011 era de (en millones de €) 269.141.[10] La nomina mensual de pensiones contributivas de la Seguridad Social superó el pasado 1 de Noviembre los 7.169,5 millones de euros (7.169.587), un 4.7% más que en el mismo mes de 2010.[11] La pensión media de jubilación del sistema de la Seguridad Social en Octubre era de 920,38 euros y para el mes de noviembre ha alcanzado los 921,73 euros presentando un aumento del 1,32% desde inicios de año, donde dicho valor se situaba en 905,94 euros, siendo la primera vez que se superaban los 900 euros. El número de pensiones contributivas de la Seguridad Social en Octubre fue de 8.853.188, lo que supone un crecimiento interanual del 1,5%. La gran mayoría corresponden a pensiones de jubilación, un 26,17% son por viudedad, un 10,63% por incapacidad permanente, 3,11% por orfandad y un 0,43% a favor de familiares. La población en edad de trabajar (de 16 años o más) es de 38.487.800. La tasa de empleo es de un 78,48% (18.156.300 p).[12]



La gráfica nos muestra un descenso en el número de afiliados a la Seguridad Social (un aumento en el número de desempleados) en los últimos 5 años. En octubre de este año se registraron 17.360.313 afiliados a la S. Social. Se dataron 134.182 parados más, hasta alcanzar los 4.360.926.
Fuente: Revista Seguridad Social Activa. Evolución de la afiliación en los últimos cinco años.      

La productividad es otro de los factores determinantes. El Instituto Nacional de Estadística, pone a disposición informes sobre la productividad de España centrándose en la productividad por ocupado y la productividad por hora trabajada, en base a datos obtenidos a través de la Encuesta Industrial de Empresa. Teniendo en cuenta las dificultades que supone un análisis de la evolución de la variable productividad por la intervención de la inflación, se utiliza el índice de precios industriales (IPRI) para deflactar el valor añadido y poder homogeneizar los datos de cada año para su comparación.

Actualmente, España gasta un 9% del PIB en pensiones, un poco por encima de la media de la OCDE[13] aunque se prevé un gasto de más del 15% del PIB para 2050.

De todos los factores que intervienen en el gasto de pensiones como porcentaje del PIB es de donde deducimos las carencias y deficiencias que muestra para el futuro el sistema de pensiones públicas en España.

En primer lugar el proceso de envejecimiento en España. Cada vez hay más personas mayores de 65 años a los que garantizar estabilidad de vida a través de una renta y menos trabajadores cotizando a la Seguridad Social. Existe en la actualidad un Fondo de Reservas que se creó durante el auge de la economía española y que a principios de 2009 tenía en sus arcas 58.593,78 millones de euros. El envejecimiento de la población puede aumentar el cociente gasto en pensiones / PIB.
Las tasas de desempleo son cada vez más altas, las empresas destruyen empleo en vez de flexibilizar el trabajo y además siendo imposible aumentar la productividad con menos trabajadores. El aumento del desempleo también tiene que ver en gran medida con decisiones políticas de carácter macro, que han influido de forma negativa en la creación de empleo. Por ejemplo el privilegio de las rentas financieras  que han absorbido recursos de la actividad productiva y han detraído los necesarios para que las empresas productivas creen puestos de trabajo. Muy importante, la reducción del gasto social que ha impedido crear puestos de trabajo en los servicios del bienestar.
De esto deriva que la economía española sea poco productiva y de poco valor añadido. Se utiliza mano de obra en actividades con poca innovación y de escaso valor añadido.[14] A esto se le suma el aumento en las cuantías de las pensiones, que en algunas provincias de España superan los 1200 euros.

Si dirigimos nuestra mirada a las leyes del mercado de esta economía global, probablemente comprenderíamos que este problema tiene un carácter aun más estructural.

Los bancos en los Estados Unidos difundieron un negocio tremendamente rentable que consistía en la titulación de los activos. El banco vende el derecho que lleva consigo el contrato de préstamo, el papel, a una entidad (normalmente un fondo de inversión) denominada "vehículo" (en general creada por los mismos bancos). De esa forma sale papel de su balance y entra liquidez (dinero contante y sonante que ya puede utilizar para seguir dando más créditos) y, además, transfiere el riesgo desde dentro hacia fuera de su balance.[15] Ejemplo el caso de la burbuja inmobiliaria y los productos financieros derivados de contratos hipotecarios.
 Esto vino de la mano de políticas neoliberales con Margaret Thatcher en Reino Unido y Ronald Reagan en los Estados Unidos en los que se reducía el poder adquisitivo de los consumidores y de las cuales surgiría el nuevo sistema para rentabilizar sus movimientos. Pronto se extendería por todo el mundo gracias a las mejores en los sistemas de información y telecomunicaciones.
Con estos productos financieros es con lo que los bancos se dedican a especular en las bolsas, un negocio volátil y arriesgado como las leyes que lo rigen. Cuando la economía empezó a venirse abajo simplemente resulto que esos “papeles” eran basura financiera que hizo quebrar a los bancos y a los inversores que lo habían adquirido. Los bancos dejaron de emitir créditos a las empresas y consumidores y la economía se paralizó. A esto le sumamos la falta de financiación previa que ya experimentaban las empresas y los consumidores, debido a que los bancos veían en los productos financieros una alta rentabilidad en contra de la baja rentabilidad que ya estaban presentando diversos segmentos de la economía productiva.
Los gobiernos inyectaron millones de dólares en los bancos para solventar durante un breve periodo de tiempo la crisis financiera. Las empresas que generan empleo no vieron financiación alguna; los consumidores tampoco. Los gobiernos asumían así una importante carga en gastos tras la subida de las tasas de desempleo, miles de hogares que tuvieron que reducir el consumo que al fin y al cabo es de lo que viven las empresas. Esto ocurrió tanto en el caso de España (aunque en menor medida ya que los bancos si aportaron algo de esa ayuda a los inversores) como de todos los países que intervienen en la economía global.
En resumidas cuentas esto hace alusión al proceso de cambio que ha sufrido el capitalismo, en el que los bancos y los grandes fondos de inversión se han convertido en generadores de deuda a través de la titulación de activos y procedimientos diversos con el único objetivo de maximizar beneficios, totalmente al margen de la actividad productiva. Esto por consecuente deriva en una división entre actividad especulativa y actividad productiva, cada vez más alejada la una de la otra. La que nos interesa aquí es la productiva ya que va relacionada directamente con el empleo y por consecuente con las pensiones contributivas.

Actualmente en el caso de España, y desde su incorporación en la Zona Euro, los mejores activos de su economía están en manos extranjeras, hasta el punto de que el capital español ha desaparecido de sectores enteros. La poca competitividad, las relaciones de poder, y una atrasada y corporativizada economía heredada del régimen franquista, son factores que influyen en las limitaciones de maniobra que tiene España a nivel interno, ya que por lo general se rigen a los intereses empresariales de los países más poderosos como Francia y Alemania. Esto tiene su repercusión en los cambios culturales, políticos y económicos que sufre España con respecto a la Protección Social.

La estructura del mercado de trabajo en España ha posibilitado cambios favorables al empresario en la contratación, reflejado en contratos con alta temporalidad y explica en cierta medida los cambios tan drásticos que sufren los ciclos de empleo, uno de los factores determinantes en la relación gasto en pensiones/PIB.

La panorámica no queda tan clara cuando hablamos de las políticas neoliberales y su constante proceso de extensión de la privatización en diversos ámbitos de la economía. Esto claramente tiene un debate político importante en el que intervienen diferentes fuerzas e influencias, con distintas ideas y propuestas para el sistema de pensiones actual en España.

La política sindical se ha caracterizado en cuanto a pensiones por dos rasgos: primero, asume la moderación salarial como práctica social y, en segundo lugar, la defensa estratégica pactada hasta donde sea posible del actual sistema de pensiones de reparto a cambio de reforzar su contributividad y no tolerar el desarrollo de sistemas privados complementarios de pensiones.[16]
Para el empresariado el objetivo prioritario ha sido en exclusiva la reducción de las cotizaciones de las empresas a la Seguridad Social bajo la tesis de que son muy elevadas y no contribuyen a la creación de empleo.[17] Todos sus esfuerzos políticos y mediáticos siempre han ido contra la consolidación del actual sistema de reparto por otro de tipo privado.
Los partidos políticos tienen diferentes visiones acerca del sistema de pensiones, unos de tipo privado, otros luchan por el mantenimiento de un sistema público y de reparto. Aun siendo así la realidad, en el gobierno y por el mantenimiento de unos principios democráticos acordados al inicio de esta época, se intenta consolidar cada vez más el sistema de Seguridad Social. El sistema público de pensiones por lo general es y ha sido objeto de consenso político.
Los expertos de diferentes posturas, realizan análisis de las causas y posibles alternativas y proponen un sistema de tres ejes: pensión mínima asistencial; planes de pensiones obligatorios profesionales de capitalización hasta al menos el 50% del salario, el resto voluntario o de reparto; y un tercer nivel de planes de pensiones individuales libres.

Todos los protagonistas ven la necesidad de un modelo mixto. El gran debate recae en como un simple proceso hacia la capitalización definitiva o un modelo donde se logre la máxima adecuación entre contribuciones y pensiones y un mantenimiento reformado del sistema de reparto, o un modelo mixto en última instancia. A continuación explicaremos esto con más detalle.

El colectivo de empresarios junto con los expertos, pretende unas medidas de cambio inmediatas, si no, la situación se irá agravando aún más a media que la población española vaya envejeciendo. Nuestro sistema de pensiones debe dar pasos decididos hacia fórmulas de capitalización.
Mediante el “pacto de Toledo” (1994) donde se llego a la finalidad del mantenimiento del sistema público de pensiones ante todo, ha hecho que se cierren las puertas a posibles reformas que aseguraran la estabilidad financiera. El círculo de empresarios demandan una mayor información para aumentar la concienciación de la magnitud del problema del envejecimiento de la población y lo que esto conlleva. También defienden la responsabilidad individual de las personas frente a su futuro, abogando por un modelo mixto, en el que el sistema de reparto vaya introduciendo crecientes niveles de capitalización.
El modelo propuesto está basado en tres soportes, en una línea similar a la promovida por el Banco Mundial. Un primer soporte correspondería a las pensiones básicas, orientadas a garantizar un nivel de vida mínimo, y su funcionamiento sería el actual, esto es, el de un sistema público de pensiones de reparto. Ese primer soporte se combinaría con un segundo, que habría que desarrollar en España, en forma de un sistema de capitalización obligatorio al que contribuyeran empleadores y trabajadores para aquellos empleados con ingresos por encima de un nivel determinado. El objetivo en este segundo soporte sería acercar la pensión al nivel de vida de que disfrutaba la persona durante su vida activa. El tercer soporte correspondería al ahorro individual voluntario en planes de pensiones favorecidos por un tratamiento fiscal adecuado, siendo el objetivo la constitución de un complemento a sus pensiones por parte de quienes quisieran realizar este ahorro. La combinación de esos tres soportes garantizaría un sistema en que primasen la justicia y la libertad individual.
La reforma se sustenta en cinco grandes principios rectores:
- Promover la responsabilidad personal como elemento básico que garantice unas prestaciones suficientes en el periodo de jubilación.
- Un sistema que garantice la libertad y la justicia. Un sistema de pensiones, además de en la libertad individual, debe basarse en principios de justicia. Justicia en la carga que soportan las distintas generaciones y justicia en la protección que ofrece a los desfavorecidos. El sistema ha de aspirar a un equilibrio entre ambos conceptos: libertad para que cada persona tome las decisiones que afectarán a su futuro a través de su capacidad actual de ahorro, atendiendo a aquellas personas cuya capacidad es muy limitada o inexistente.
- Un sistema simple, entendible por todos, que clarifique el papel que deben desempeñar tanto el Estado, como las empresas y los trabajadores.
- Que sea financiable y no tenga efectos macroeconómicos perversos.
- Que sea sostenible, que no suponga una pesada hipoteca para nuestro futuro y que se sustente en un consenso social amplio y duradero en el tiempo.
La viabilidad y la salud del sistema de pensiones dependen, de la fortaleza económica que muestre el país. Así que se deben impulsar el empleo y la productividad, y esto se puede hacer con la mejora de la educación, con una transición hacia un modelo de mercado de trabajo en la línea de la flexiguridad y la conciliación de la vida personal y laboral (facilitar esta conciliación, con la participación en el esfuerzo de administraciones, empresas y trabajadores, permite mejorar las condiciones para incrementos de la participación laboral, de la vida activa y de las tasas de natalidad).

Un sistema con tres soportes y mixto, parte de reparto y parte de capitalización, se presenta como una alternativa atractiva y viable, desde un punto de vista tanto económico como político.

Sistema de reparto (primer soporte); orientado a la provisión de unas pensiones básicas, y reforzado con las pensiones asistenciales y los complementos de mínimos para quienes únicamente disponen de este soporte como fuente de ingresos. Aunque no se renunciaría a su naturaleza de reparto, sí es necesaria la modificación de algunos de sus parámetros para así dotarlo de mejor salud financiera.

En un sistema de capitalización los trabajadores actuales ahorran en un fondo que, invertido adecuadamente, ofrece rentabilidad y seguridad, lo que permitirá en el futuro que dicho fondo financie sus propias pensiones cuando se retiren.

El segundo soporte, consistiría en lo siguiente: Es un subsistema obligatorio de capitalización, con un fondo de pensiones a nombre del trabajador al que aportarían tanto éste como el empleador, la financiación aportada a este soporte procedería de las cotizaciones sociales reducidas del primer soporte y trasladadas a la capitalización en el segundo soporte. El trabajador podrá elegir el tipo de gestión –pública o privada- para esta nueva clase de fondos de pensiones.
El tercer soporte del sistema propuesto requeriría la puesta en marcha de nuevos incentivos (fiscales) para promover el ahorro voluntario en fondos de pensiones privados (individual y empresarial).

Debe subrayarse que esta reforma contribuye al objetivo fundamental de que cada ciudadano se corresponsabilice de su propio futuro, lo cual supone un cambio cultural no sólo conveniente, sino necesario para la sostenibilidad del sistema del Estado de Bienestar. Un cambio que sustituye la cultura del Estado paternalista por la del esfuerzo y la responsabilidad personal.

Pero, ¿Es mejor un sistema de capitalización que uno de reparto?

El sistema de capitalización es equivalente a un sistema privado en el que cada trabajador contribuye a su propio fondo de pensiones, algo que tiene importantes inconvenientes económicos y sociales.
El sistema de reparto, en cambio, está basado en principios solidarios y las contribuciones de los trabajadores no se destinan a un fondo personal sino a pagar las pensiones de los jubilados de ese momento.
Según los liberales, a diferencia de lo que ocurre en el sistema de reparto, en donde lo recaudado se gasta inmediatamente, cuando se constituyen fondos se favorece el ahorro y, en consecuencia, la inversión. Sin embargo, la inversión no siempre depende de la existencia de ahorro en la economía sino, más bien, de la existencia de opciones de colocación de capitales rentables.
El crecimiento económico puede afectar al sistema de reparto, aunque los liberales piensen con la iniciativa privada de mercado que no, pero esta puede desembocar en un menor crecimiento económico y afectar al sistema de reparto.
Los liberales olvidan demasiado a menudo que la pobreza y los bajos salarios son la fuente más directa del menor crecimiento económico que dicen buscar.
Los problemas de oferta de trabajo no suelen proceder de los segmentos de edad más cercana a la jubilación (como piensan los liberales). Si ese argumento liberal fuera riguroso no se entendería que las grandes compañías financien pensiones muy generosas a sus directivos porque entonces estarían dando lugar a que se jubilaran antes.

¿Qué sistema está más preparado para proteger a los más débiles?

El sistema de reparto tiene mayor capacidad para proteger efectivamente a los sectores más débiles de la sociedad, lo que al fin y al cabo es uno de los objetivos que debe perseguir un sistema de seguridad social.
Como habíamos visto antes, bajo un sistema de capitalización las personas que no hubieran podido ahorrar suficiente durante su vida laboral, o que ni siquiera lo hubieran hecho, estarían destinadas a vivir prácticamente en la mendicidad una vez alcanzada la edad de jubilación.
Respecto a la inflación, el sistema de reparto es más eficaz para hacer frente a este problema, además el sistema de reparto tiene posibilidad de generar fondos con carácter inmediato, mientras que la capitalización requiere un largo periodo de acumulación.
El coste de gestionar un sistema de capitalización es muy superior al coste de administrar la Seguridad Social. La evidencia acumulada es que los costes de administración de los sistemas privados de aseguramiento son muchas veces más grandes que los costes de administración de los sistemas públicos. Ante esta realidad, lo que está ocurriendo es que a la hora de defender el paso a los sistemas de capitalización se pasen por alto estos costes, lo que equivale a aceptar una enorme disminución en los niveles de protección y seguridad social de la población.
Otro factor a tener en cuenta es que pasar de un modelo actual de reparto a uno de capitalización es enormemente costoso, puesto que si las personas que ahora cotizan a la Seguridad Social dejaran de hacerlo para pasar una parte de su salario a su banco o a su caja, el Estado tendría entonces que pagar las pensiones a los pensionistas de ahora.
Los liberales proponen para diferir los costes de dicha transición; una serie de pasos progresivos como
- La reducción significativa de los beneficios de las pensiones.
- Basar la pensión en el salario promedio de la vida laboral del pensionista (reducción de un 30% de las pensiones actuales).
- Aumento de la edad de jubilación a 70 años.


CONCLUSIONES

Tras este repaso cabe concluir que el sistema de pensiones contributivas en España, como el de otros países occidentales, está abocado a sufrir reformas, aunque resulta menos claro que exista un conjunto de soluciones claramente superior a otro. Claramente todo esto nos lleva a un modelo mixto en el cual gestionando de forma inteligente ambos sistemas, producirían eficiencia económica y producirían efectos sobre la equidad. El tamaño relativo de ambos sistemas debe calcularse en función de la rentabilidad relativa de inversión de capital humano y de la inversión en activos financieros. El sistema público debe seguir sirviendo para el objetivo para el que fue creado. Es importante mantener las finanzas públicas saneadas y la mayoría de las posturas aquí expuestas no hacen referencia a abandonar las reglas fiscales de medio plazo establecidos en el Pacto de estabilidad a nivel europeo y en las leyes de estabilidad presupuestaria. Desde un punto de vista macroeconómico, las arcas del Estado se pueden ver beneficiadas si aumentan las tasas de empleo y la productividad. Esto claro con la intervención estructurada y reglada de las entidades financieras. Daría pie a reformas en el mercado de trabajo y en la producción de bienes y servicios.

           


Paul Fernando Cajiao Alvarado
























BIBLIOGRAFÍA
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Navarro, V., Torres, J. y A. Garzón (2010), ¿Están en peligro las pensiones públicas? ATTAC, España, obtenido en 2010 de:

Navarro, V., Torres, J. y A. Garzón (2011), HAY ALTERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España. ATTAC, España, 2011. Obtenido de:

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Peláez, Oscar (2008), Evolución del gasto en pensiones contributivas en España bajo distintos escenarios demográficos (2007-2050). Fundación Sistema, Universidad de Cantabria, obtenido el 11 de Agosto de 2008 de:

Rodríguez C., Gregorio. La reforma del sistema público de pensiones en España. ADEEC, Universidad de Alcalá/University of Kent (Canterbury). Obtenido el 13 de febrero de:


[1] Jimeno, Juan F. “El sistema de pensiones contributivas en España: Cuestiones básicas y perspectivas en el medio plazo”, [en línea]. Dirección URL: < www.crei.cat/research/books/2000(PE).PDF>
[2] Boletín Oficial de las Cortes Generales, Congreso de los Diputados, 12 de abril de 1995. Número 134
[3] Ibídem, p 2. Dirección URL: < www.crei.cat/research/books/2000(PE).PDF>

[4] Navarro, Vicenc. “¿Están en peligro las pensiones públicas?”, ATTAC, Madrid, [en línea]. Dirección URL: < http://www.vnavarro.org/wp-content/uploads/2010/03/navarrotorresgarzon_pensiones.pdf>
[5] Estas cifras provienen de EUROSTAT, SEEPROS (Sistema Europeo de Estadísticas Integradas de Protección Social) y se refieren a la suma de las funciones de vejez, supervivencia e invalidez de dicho sistema. Por lo que se refiere exclusivamente a la función de vejez los gastos representaban el 6,20%, 8,98% y 8,85% del PIB en los años 1980, 1996 y 1998,  respectivamente, y del 10,8% para la media de la UE en 1996.
[6] Movimiento laboral registrado.  Dirección URL:  <www.ine.es>
[7] Desglose de conceptos. Círculo de Empresarios. El sistema de pensiones: propuesta para una reforma necesaria.
[8] Ibídem, p 10
[9] En 1990 había 12.2 millones de trabajadores afiliados a la Seguridad Social mientras que se pagaban 6 millones de pensiones contributivas. Siete años más tarde, en enero de 1997, el número de afiliados apenas había aumentado hasta los 12.5 millones mientras que el de pensiones superaba los 7,2 millones, alcanzándose una ratio de 1,73 afiliados por pensión, el mínimo histórico.
[10] www.ine.es
[11] Revista Seguridad Social Activa-Pensiones. Dirección URL: < http://www1.seg-social.es/ActivaInternet/Pensiones/REV_028896
[12] Encuesta de Población Activa. Dirección URL: <www.ine.es>
[13] Pensions at a Glance 2011: Retirement Income Systems in OECD and G20 Countries. Dirección URL: <http://www.oecd.org/dataoecd/16/30/47371728.pdf>
[14] Navarro, Vicenc. “HAY ALTERNATIVAS. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España”, ATTAC, Madrid, [en línea]. Dirección URL: <http://www.attac.es/web/uploads/Hay-alternativas-web.pdf>
[15] Pensions at a Glance 2011: Retirement Income Systems in OECD and G20 Countries. Dirección URL: <http://www.oecd.org/dataoecd/16/30/4737728.pdf>
[16] Rodríguez Cabrero, Gregorio. “La reforma del sistema público de pensiones en España”, Unidad de políticas comparadas (CSIC), Dirección URL: <http://www.adeec.org/docs/pensions.pdf>
[17] Ibídem, pp

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