domingo, 29 de enero de 2012

Los de abajo



Los de abajo
 Mariano Azuela




La Revolución Mexicana es el acontecimiento sociopolítico que inspirara y dará bases solidas a la novelística mexicana más importante del siglo XX. Este suceso conmocionó la conciencia colectiva del pueblo mexicano y favoreció la aparición de nuevas vías de expresión y autoconocimiento. Los de abajo (1916), de Mariano Azuela, narra un fragmento de la historia viva, es la novela clásica de la Revolución Mexicana, primera de un género que ha sido cultivado hasta hoy mismo por los más renombrados escritores.
Mariano Azuela nació el 1 de Enero de 1873, en Lagos de Moreno, pequeña población de Jalisco, cuya capital es Guadalajara. El lugar hace referencia a hombres de renombre en la Independencia de México, tales como, Pedro Moreno o Agustín Rivera.
Azuela es hijo de un comerciante modesto. Su infancia tiene como marco la tienda de abarrotes de su padre, “La Providencia” y el rancho familiar, en las afueras de Lagos, donde la familia de siete hermanos iba a pasar las vacaciones de verano. El despacho de abarrotes, que “los mayorcitos desempeñábamos satisfactoriamente”[1], cuando tenían que ayudar a su madre en ausencia de su padre, sería el lugar donde aprendería a conocer los precios y los nombres de las cosas.
De niño estudió en el liceo del padre Guerra, en Lagos, donde acabó la primaria y los cuatro años de facultad menor. A los quince años pasa a la capital del Estado, Guadalajara, donde estudia un curso de “Moral y Religión”, en el Seminario. Su estancia en el Seminario fue contingente, no respondía a ningún indicio vocacional. Prosigue los estudios preparatorios en el Liceo de Varones del Estado, y de ahí, a la Universidad; se inscribe en la Escuela de Medicina, donde, sin grandes prisas, se doctora.
Después de obtener su título, regresa a Lagos, se establece y empieza a ejercer su profesión. Se casa con su paisana Carmen Rivera.
Aunque el mismo confiesa no haber tenido nunca inclinación por la política militante, el desacuerdo con el régimen de Porfirio Díaz lo convierte en simpatizante de Francisco I. Madero. Con el triunfo de la revolución maderista, es nombrado jefe político de Lagos.
Azuela prestó sus servicios en el ejercito villista como jefe del servicio médico con el grado de teniente coronel.
Fue nombrado director de Instrucción Pública del Estado, tras lo cual fue desalojado por los carrancistas y tuvo que exiliarse en el norte, Estados Unidos, en el Paso, Texas. Regresa tiempo después del exilio con una única preocupación, la situación económica en la que se encontraba, teniendo en cuenta  que tenía que mantener a su mujer y sus ocho hijos. Se traslada a la capital, la ciudad de México, y se instala en 1916, en una casa cerca del jardín de Santiago de Tlatelolco. Empieza a ejercer de Medico. Se retira de la profesión tras veinticinco años de ejercicio profesional, y en el año 43 es nombrado Miembro Fundador de El Colegio Nacional.
A Azuela se le conoce como “el novelista de la Revolución”, porque inicio el género en 1911, con su novela Andrés Pérez, maderista, y porque en el conjunto “Escenas y cuadros de la Revolución Mexicana”, que encabeza Los de abajo (1915), están contenidos los temas primordiales de la novelística posterior e insinuados muchos de los conflictos político-sociales de gran parte de la historia del México contemporáneo.
Acerca de Los de abajo, afirma su autor que es un libro que se hizo solo; únicamente su imaginación lo ayudó a ordenar los hechos, a recrear los personajes principales, a dar consistencia a una colección de apuntes, de gestos, de paisajes, etc.
En el territorio de Jalisco, sólo Julián Medina, se levantó en armas contra el Gobierno, en Hostotipaquillo, al sur del Estado. Cuando Azuela lo conoció le hizo una gran impresión y le dio una imagen muy típica del ranchero de Jalisco. La descripción que hace sobre Demetrio Macías en Los de abajo, coincide con la de Julián Medina en sus Páginas autobiográficas.  
A ciertos rasgos del general Medina, Azuela añadió algunos gestos de valor temerario del joven Manuel Caloca, un muchacho de menos de veinte años, al cual acompaño en su evacuación tras caer herido en el combate de Guadalajara, como médico de la tropa.
La mayor parte de los acontecimientos narrados en la obra los conoció Azuela “de oídas”, reconstruidos a partir de los relatos que le hacían sus amigos revolucionarios. Cuando los carrancistas tomaron Ciudad Juárez, Azuela aprovecho para reintegrarse en territorio mexicano y regresar a Guadalajara, sin saber el fin que tuvieron los primeros ejemplares de su novela. Tiempo después tendría ejemplares de una nueva publicación, los cuales estarían introducidos sin que el público y la crítica se enterasen.
Fue en el mes de diciembre de 1924, cuando un artículo de Julio Jiménez Rueda, en El Universal, titulado “El afeminamiento en la literatura mexicana”, iba a dar lugar a una revisión de la narrativa y a obligar a conocer y reconocer a Los de abajo como el reflejo fiel del periodo de problemática y agitación que había conmovido a la nación.
Eran los momentos de respiro tras la luchar armada, de interrogación sobre el pasado inmediato, de autoconocimiento y autovaloración, cuando es descubierto Los de abajo. En su sentido íntegramente histórico es un romance. Se hicieron versiones teatrales de la obra, así como tras un tiempo también se llevo al cine.
Y si como cree Carlos Fuentes, la novela de América Latina sufre un primer cambio cualitativo en la literatura de la revolución mexicana[2], de la que es pórtico Los de abajo, Monterde afirma que Los de abajo anticipó el neorrealismo en Iberoamérica. Texto absolutamente plural y ambiguo, que introduce, por serlo, la modernidad en la novela iberoamericana.
Este capítulo impar de la narrativa mexicana se conoce en la historia de la literatura hispanoamericana como La novela de la Revolución Mexicana.

La Revolución se inicia con el levantamiento de Madero y la caída de la dictadura de Porfirio Díaz. Tras morir Madero en 1913, Carranza se pronuncia en contra de Victoriano Huerta y asume el cargo de primer jefe constitucionalista. Zapata seguía en armas en el Sur, desde 1910. Villa no había licenciado su poderosa División del Norte. Orozco, Obregón, Felipe Ángeles, reclutan tropas en distintos puntos de la nación y se declaran en contra o a favor del primer jefe. La lucha armada dura años, en parte porque el sentimiento primero solidario en contra de la injusticia, se viene a superponer la ambición de poder de los caudillos y las luchas de las distintas facciones entre si por el control de la situación.
Desde el primer periodo presidencial de Obregón en 1920, a la derrota y muerte de Carranza, la Revolución había entrado en su fase administrativa y estabilizadora. Esta fase está marcada por un fuerte nacionalismo, como propuesta política de cohesión interna, para poder llevar a cabo las pretendidas reformas revolucionaras. La culminación de esta etapa reformista se dio en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, 1934-40, quien supo aunar el sentir general de la nación, que lo apoyó unánimemente en su más trascendental medida política: la expropiación de las empresas petroleras extranjeras. Después, la política nacional revolucionaria entra en una fase de institucionalización; sintomática es la nueva denominación del Partido político: P.R.I., Partido Revolucionario Institucional.
La Revolución Mexicana es un movimiento confuso en sus orígenes, si exceptuamos la madurez histórica de un pueblo, cansado de la injusticia y del caciquismo, y que siente la asfixia de un “Orden y Progreso” mantenidos por la represión. Una clase media sin poder participar y totalmente inmóvil. La Revolución surge como un cambio cualitativo. Es el tiempo nuevo, dinámico, que va a hacer posibles los cambios de fortuna. Todo ello da al pueblo una conciencia nacional.
La literatura es la conciencia de un pueblo. La novela de la Revolución Mexicana es el medio y la forma de expresarse de un pueblo colectivo de doble vertiente, que Brushwood llama “proceso simultaneo de extroversión e introversión”[3].
Cumplida la etapa militar y restablecido el orden, el espíritu revolucionario se orienta en un sentido nacionalista que reivindica la tradición mestiza. Los escritores se vuelven hacia los momentos del pasado inmediato, y encuentran allí el material que ha indagado en el alma nacional.
Azuela fue el iniciador de esta etapa activa, renovadora y original de las letras mexicanas. Esa carencia de instrumentación literaria que cuadra a la perfección en el modo de describir la realidad que se trata de reflejar: una realidad en movimiento.
Esa realidad que se plantea a modo de fenómeno natural que requiere interpretación mítica, para poder captar toda su estructura y toda su riqueza y la trascendencia de sus imágenes. Lo que Azuela transmite al lector en la obra es su visión del acontecer revolucionario mexicano. Pero para compartir dicha visión es necesario asumir su perspectiva histórica de su obra, su historicidad.
…ni el estilo, ni el modo de la narración, ni la sintaxis, sino la historia relatada[4].
Lo importante es el significado de la historia frente a una serie de aspectos que resultan menos relevantes. Vemos una especie de carácter mítico, que como todo lo mítico, adquiere su efectividad significativa debido a que juega con unas constantes humanas (colectividad).
En la novela Los de abajo, la estructura mítica encaja a la perfección los episodios verosímiles de la historia contemporánea de México. Es una respuesta individual –y colectiva- a un ánimo de decepción y de derrota.
Ese carácter mítico de la obra, comparte las pautas bases de las tres funciones propias de la conducta literaria. Un héroe que pasa por tres fases, en cuanto al canon de héroe mitológico se refiere, de hecho tal y como Azuela decide estructurar la novela. La aventura del héroe contemporáneo es la “de una héroe problemático que busca valores auténticos en un mundo degradado”.
Para sumergirnos del todo en la novela, es preciso analizar ese proceso de fases por las cuales pasa el héroe a lo largo de la historia. Profundizar en el significado desde las primeras páginas, en las cuales nos introduce de inmediato en el hogar de Demetrio Macías.
Un grupo de soldados que entra en casa de Demetrio y ese hecho en sí, da la presentación indirecta del héroe. Un intento de violación, se interpone la figura del héroe lo que hace huir a los agresores. Su casa al final arde en llamas.
De primera mano se da la situación inicial del esquema mítico, situación de Demetrio “perseguido”, recio, que debido a las causas, se separa de su mujer para lanzarse a la aventura, al cambio. Descripción de personajes así como las relaciones íntimas entre ellos tras verse inmersos en una dinámica comunitaria, el grupo se hace más fuerte.
La segunda parte de la obra coincide con la apoteosis. Es el triunfo, la victoria, el relato inflacionista de las acciones de guerra; la fiesta, el alboroto, la tentación de la mujer, los excesos de los vencedores: el saqueo, la borrachera, el desenfreno… El héroe participa en todo, pero no llega al exceso, mantiene la serenidad que lo preserva por encima de sus hombres.
La tercera etapa de la aventura del héroe, la del regreso, la inicia Demetrio e plena gloria, rodeado de su Estado Mayor. Lo simbólico del acto. Violación y registro de la casa del cacique, luego su incendio. La acción es lo que contrarresta lo sucedido al principio, el hogar de Demetrio. La señal profana de la iniciación de un tiempo nuevo.
En esta segunda parte, aparecen los signos de descomposición de la convivencia del grupo y de la degradación de la misma lucha. El héroe ha accedido a una situación de triunfo, pero la victoria parece no llevarle a ninguna parte.
Lo que enmarca principalmente la tercera parte, el epilogo resignado del héroe, el camino de regreso a ninguna parte.
Los de abajo no es representativa de toda la Revolución Mexicana; lo es de un aspecto parcial de la misma y de una etapa cronológica precisa, de 1913 a 1915. El levantamiento de un grupo de modestos campesinos, algunos infractores, otros gente pobre del pueblo, etc. Este sentimiento de descontento e injusticia, que coinciden en varios puntos de la nación, se inserta en el proceso revolucionario nacional.
Son “los de abajo”, es decir, la gente del pueblo, los que hacen la Revolución y los que menos hablan de ella.
Más adelante, los desmanes, la crueldad y la violencia sin causa de la tropa, parecen indicar la incapacidad del pueblo para retener o administrar el poder emergente de la lucha. Lucha que en la tercera parte parece tener un ritmo rápido, pero confuso de movimientos, desplazamientos sin sentido, etc. En esta vuelta, que nos relata Azuela, es pesimista, es un fracaso.
Demetrio Macías, es de un temple ejemplar: una rara dignidad, una innata imparcialidad en el juicio, dotes de mando, valor, lealtad al superior, solidaridad insobornable hacia los suyos.
Bajo mi punto de vista, Los de abajo es la novela de la Revolución por excelencia. Sumergida en episodios de barbarie y sangre, con un matiz de tragedia épica de todo un pueblo que se lanza a la guerra. Una novela que a la vez que te inspira el espíritu revolucionario, te lleva por la línea del rechazo y desconcierto debido a la fuerza política que tiene el significado en sí. Un Demetrio Macías, caudillo de un grupo de rebeldes, hombre primitivo, cruel y generoso, valeroso e indefenso ante los acontecimientos, entre los cuales se mueve sin llegar a entenderlos plenamente, su sacrifico queda sin sentido.
La confusión generada, el vacio o aporía mental que da pie a las preguntas, a intentar obtener otro resultado y que al final no nos da nada. Esa lucha sin sentido que llevara a la cuestión de los fines por parte de la tropa, nos muestran que las luchas se hacen con ideales por delante, que son esos los movimientos iniciales, necesarios, para llevar a cabo el cambio, aunque sea simplemente el inicio de un proceso, nada claro y que podría llegar a ser como último recurso, algo innecesario para las vidas de esos hombres, los verdaderos revolucionarios.








BIBLIOGRAFIA

AZUELA, Mariano, Páginas autobiográficas, Prologo de Francisco Monterde, México, Fondo de Cultura Económica, 1974.
BRUSHWOOD, John S., México en su novela, México, Fondo de Cultura Económica, pássim, 1973.
FUENTE, Carlos, La nueva novela hispanoamericana, México, Joaquín Mortíz, 1969
LEVI-STRAUSS, Claude, Antropología estructural, Buenos Aires, Eudeba, 1972



[1] Azuela, Mariano, Paginas autobiográficas, México, F.C.E., 1974, p 25
[2] Fuentes, Carlos, La nueva novela hispanoamericana, México, Joaquín Mortíz, 1969
[3] Brushwood, John S., México en su novela, México, F.C.E., 1973, p 352-396
[4]Levi-Strauss, Claude, Antropología estructural, Buenos Aires, Eudeba, 1972, p 190.

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