Los
de abajo
Mariano Azuela
La
Revolución Mexicana es el acontecimiento sociopolítico que inspirara y dará
bases solidas a la novelística mexicana más importante del siglo XX. Este
suceso conmocionó la conciencia colectiva del pueblo mexicano y favoreció la
aparición de nuevas vías de expresión y autoconocimiento. Los de abajo (1916), de Mariano Azuela, narra un fragmento de la
historia viva, es la novela clásica de la Revolución Mexicana, primera de un
género que ha sido cultivado hasta hoy mismo por los más renombrados
escritores.
Mariano
Azuela nació el 1 de Enero de 1873, en Lagos de Moreno, pequeña población de
Jalisco, cuya capital es Guadalajara. El lugar hace referencia a hombres de
renombre en la Independencia de México, tales como, Pedro Moreno o Agustín
Rivera.
Azuela
es hijo de un comerciante modesto. Su infancia tiene como marco la tienda de
abarrotes de su padre, “La Providencia” y el rancho familiar, en las afueras de
Lagos, donde la familia de siete hermanos iba a pasar las vacaciones de verano.
El despacho de abarrotes, que “los mayorcitos desempeñábamos
satisfactoriamente”[1], cuando
tenían que ayudar a su madre en ausencia de su padre, sería el lugar donde
aprendería a conocer los precios y los nombres de las cosas.
De
niño estudió en el liceo del padre Guerra, en Lagos, donde acabó la primaria y
los cuatro años de facultad menor. A
los quince años pasa a la capital del Estado, Guadalajara, donde estudia un
curso de “Moral y Religión”, en el Seminario. Su estancia en el Seminario fue
contingente, no respondía a ningún indicio vocacional. Prosigue los estudios
preparatorios en el Liceo de Varones del Estado, y de ahí, a la Universidad; se
inscribe en la Escuela de Medicina, donde, sin grandes prisas, se doctora.
Después
de obtener su título, regresa a Lagos, se establece y empieza a ejercer su
profesión. Se casa con su paisana Carmen Rivera.
Aunque
el mismo confiesa no haber tenido nunca inclinación por la política militante,
el desacuerdo con el régimen de Porfirio Díaz lo convierte en simpatizante de
Francisco I. Madero. Con el triunfo de la revolución maderista, es nombrado
jefe político de Lagos.
Azuela
prestó sus servicios en el ejercito villista como jefe del servicio médico con
el grado de teniente coronel.
Fue
nombrado director de Instrucción Pública del Estado, tras lo cual fue
desalojado por los carrancistas y tuvo que exiliarse en el norte, Estados
Unidos, en el Paso, Texas. Regresa tiempo después del exilio con una única
preocupación, la situación económica en la que se encontraba, teniendo en
cuenta que tenía que mantener a su mujer
y sus ocho hijos. Se traslada a la capital, la ciudad de México, y se instala
en 1916, en una casa cerca del jardín de Santiago de Tlatelolco. Empieza a
ejercer de Medico. Se retira de la profesión tras veinticinco años de ejercicio
profesional, y en el año 43 es nombrado Miembro Fundador de El Colegio
Nacional.
A
Azuela se le conoce como “el novelista de la Revolución”, porque inicio el
género en 1911, con su novela Andrés
Pérez, maderista, y porque en el conjunto “Escenas y cuadros de la Revolución
Mexicana”, que encabeza Los de abajo (1915),
están contenidos los temas primordiales de la novelística posterior e
insinuados muchos de los conflictos político-sociales de gran parte de la
historia del México contemporáneo.
Acerca
de Los de abajo, afirma su autor que
es un libro que se hizo solo; únicamente su imaginación lo ayudó a ordenar los
hechos, a recrear los personajes principales, a dar consistencia a una
colección de apuntes, de gestos, de paisajes, etc.
En
el territorio de Jalisco, sólo Julián Medina, se levantó en armas contra el
Gobierno, en Hostotipaquillo, al sur del Estado. Cuando Azuela lo conoció le
hizo una gran impresión y le dio una imagen muy típica del ranchero de Jalisco.
La descripción que hace sobre Demetrio Macías en Los de abajo, coincide con la de Julián Medina en sus Páginas autobiográficas.
A
ciertos rasgos del general Medina, Azuela añadió algunos gestos de valor
temerario del joven Manuel Caloca, un muchacho de menos de veinte años, al cual
acompaño en su evacuación tras caer herido en el combate de Guadalajara, como
médico de la tropa.
La
mayor parte de los acontecimientos narrados en la obra los conoció Azuela “de
oídas”, reconstruidos a partir de los relatos que le hacían sus amigos
revolucionarios. Cuando los carrancistas tomaron Ciudad Juárez, Azuela
aprovecho para reintegrarse en territorio mexicano y regresar a Guadalajara,
sin saber el fin que tuvieron los primeros ejemplares de su novela. Tiempo
después tendría ejemplares de una nueva publicación, los cuales estarían
introducidos sin que el público y la crítica se enterasen.
Fue
en el mes de diciembre de 1924, cuando un artículo de Julio Jiménez Rueda, en El Universal, titulado “El afeminamiento
en la literatura mexicana”, iba a dar lugar a una revisión de la narrativa y a
obligar a conocer y reconocer a Los de
abajo como el reflejo fiel del periodo de problemática y agitación que
había conmovido a la nación.
Eran
los momentos de respiro tras la luchar armada, de interrogación sobre el pasado
inmediato, de autoconocimiento y autovaloración, cuando es descubierto Los de abajo. En su sentido íntegramente
histórico es un romance. Se hicieron versiones teatrales de la obra, así como
tras un tiempo también se llevo al cine.
Y
si como cree Carlos Fuentes, la novela de América Latina sufre un primer cambio
cualitativo en la literatura de la revolución mexicana[2],
de la que es pórtico Los de abajo, Monterde
afirma que Los de abajo anticipó el
neorrealismo en Iberoamérica. Texto absolutamente plural y ambiguo, que
introduce, por serlo, la modernidad en la novela iberoamericana.
Este
capítulo impar de la narrativa mexicana se conoce en la historia de la
literatura hispanoamericana como La
novela de la Revolución Mexicana.
La
Revolución se inicia con el levantamiento de Madero y la caída de la dictadura
de Porfirio Díaz. Tras morir Madero en 1913, Carranza se pronuncia en contra de
Victoriano Huerta y asume el cargo de primer jefe constitucionalista. Zapata
seguía en armas en el Sur, desde 1910. Villa no había licenciado su poderosa
División del Norte. Orozco, Obregón, Felipe Ángeles, reclutan tropas en
distintos puntos de la nación y se declaran en contra o a favor del primer
jefe. La lucha armada dura años, en parte porque el sentimiento primero
solidario en contra de la injusticia, se viene a superponer la ambición de
poder de los caudillos y las luchas de las distintas facciones entre si por el
control de la situación.
Desde
el primer periodo presidencial de Obregón en 1920, a la derrota y muerte de
Carranza, la Revolución había entrado en su fase administrativa y
estabilizadora. Esta fase está marcada por un fuerte nacionalismo, como
propuesta política de cohesión interna, para poder llevar a cabo las
pretendidas reformas revolucionaras. La culminación de esta etapa reformista se
dio en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, 1934-40, quien supo aunar el
sentir general de la nación, que lo apoyó unánimemente en su más trascendental
medida política: la expropiación de las empresas petroleras extranjeras. Después,
la política nacional revolucionaria entra en una fase de institucionalización;
sintomática es la nueva denominación del Partido político: P.R.I., Partido
Revolucionario Institucional.
La
Revolución Mexicana es un movimiento confuso en sus orígenes, si exceptuamos la
madurez histórica de un pueblo, cansado de la injusticia y del caciquismo, y
que siente la asfixia de un “Orden y Progreso” mantenidos por la represión. Una
clase media sin poder participar y totalmente inmóvil. La Revolución surge como
un cambio cualitativo. Es el tiempo nuevo, dinámico, que va a hacer posibles
los cambios de fortuna. Todo ello da al pueblo una conciencia nacional.
La
literatura es la conciencia de un pueblo. La novela de la Revolución Mexicana
es el medio y la forma de expresarse de un pueblo colectivo de doble vertiente,
que Brushwood llama “proceso simultaneo de extroversión e introversión”[3].
Cumplida
la etapa militar y restablecido el orden, el espíritu revolucionario se orienta
en un sentido nacionalista que reivindica la tradición mestiza. Los escritores
se vuelven hacia los momentos del pasado inmediato, y encuentran allí el material
que ha indagado en el alma nacional.
Azuela
fue el iniciador de esta etapa activa, renovadora y original de las letras
mexicanas. Esa carencia de instrumentación literaria que cuadra a la perfección
en el modo de describir la realidad que se trata de reflejar: una realidad en
movimiento.
Esa
realidad que se plantea a modo de fenómeno natural que requiere interpretación mítica,
para poder captar toda su estructura y toda su riqueza y la trascendencia de
sus imágenes. Lo que Azuela transmite al lector en la obra es su visión del
acontecer revolucionario mexicano. Pero para compartir dicha visión es
necesario asumir su perspectiva histórica de su obra, su historicidad.
…ni el estilo, ni el modo de la
narración, ni la sintaxis, sino la historia relatada[4].
Lo
importante es el significado de la historia frente a una serie de aspectos que
resultan menos relevantes. Vemos una especie de carácter mítico, que como todo
lo mítico, adquiere su efectividad significativa debido a que juega con unas
constantes humanas (colectividad).
En
la novela Los de abajo, la estructura
mítica encaja a la perfección los episodios verosímiles de la historia
contemporánea de México. Es una respuesta individual –y colectiva- a un ánimo
de decepción y de derrota.
Ese
carácter mítico de la obra, comparte las pautas bases de las tres funciones
propias de la conducta literaria. Un héroe que pasa por tres fases, en cuanto
al canon de héroe mitológico se refiere, de hecho tal y como Azuela decide
estructurar la novela. La aventura del héroe contemporáneo es la “de una héroe
problemático que busca valores auténticos en un mundo degradado”.
Para
sumergirnos del todo en la novela, es preciso analizar ese proceso de fases por
las cuales pasa el héroe a lo largo de la historia. Profundizar en el significado
desde las primeras páginas, en las cuales nos introduce de inmediato en el
hogar de Demetrio Macías.
Un
grupo de soldados que entra en casa de Demetrio y ese hecho en sí, da la
presentación indirecta del héroe. Un intento de violación, se interpone la
figura del héroe lo que hace huir a los agresores. Su casa al final arde en
llamas.
De
primera mano se da la situación inicial del esquema mítico, situación de
Demetrio “perseguido”, recio, que debido a las causas, se separa de su mujer
para lanzarse a la aventura, al cambio. Descripción de personajes así como las
relaciones íntimas entre ellos tras verse inmersos en una dinámica comunitaria,
el grupo se hace más fuerte.
La
segunda parte de la obra coincide con la apoteosis.
Es el triunfo, la victoria, el relato inflacionista de las acciones de
guerra; la fiesta, el alboroto, la tentación de la mujer, los excesos de los
vencedores: el saqueo, la borrachera, el desenfreno… El héroe participa en
todo, pero no llega al exceso, mantiene la serenidad que lo preserva por encima
de sus hombres.
La
tercera etapa de la aventura del héroe, la del regreso, la inicia Demetrio e
plena gloria, rodeado de su Estado Mayor. Lo simbólico del acto. Violación y
registro de la casa del cacique, luego su incendio. La acción es lo que
contrarresta lo sucedido al principio, el hogar de Demetrio. La señal profana
de la iniciación de un tiempo nuevo.
En
esta segunda parte, aparecen los signos de descomposición de la convivencia del
grupo y de la degradación de la misma lucha. El héroe ha accedido a una
situación de triunfo, pero la victoria parece no llevarle a ninguna parte.
Lo
que enmarca principalmente la tercera parte, el epilogo resignado del héroe, el
camino de regreso a ninguna parte.
Los de abajo no
es representativa de toda la Revolución Mexicana; lo es de un aspecto parcial
de la misma y de una etapa cronológica precisa, de 1913 a 1915. El
levantamiento de un grupo de modestos campesinos, algunos infractores, otros
gente pobre del pueblo, etc. Este sentimiento de descontento e injusticia, que
coinciden en varios puntos de la nación, se inserta en el proceso
revolucionario nacional.
Son
“los de abajo”, es decir, la gente del pueblo, los que hacen la Revolución y
los que menos hablan de ella.
Más
adelante, los desmanes, la crueldad y la violencia sin causa de la tropa,
parecen indicar la incapacidad del pueblo
para retener o administrar el poder emergente de la lucha. Lucha que en la
tercera parte parece tener un ritmo rápido, pero confuso de movimientos,
desplazamientos sin sentido, etc. En esta
vuelta, que nos relata Azuela, es pesimista, es un fracaso.
Demetrio
Macías, es de un temple ejemplar: una rara dignidad, una innata imparcialidad
en el juicio, dotes de mando, valor, lealtad al superior, solidaridad
insobornable hacia los suyos.
Bajo
mi punto de vista, Los de abajo es la
novela de la Revolución por excelencia. Sumergida en episodios de barbarie y
sangre, con un matiz de tragedia épica de todo un pueblo que se lanza a la
guerra. Una novela que a la vez que te inspira el espíritu revolucionario, te
lleva por la línea del rechazo y desconcierto debido a la fuerza política que
tiene el significado en sí. Un Demetrio Macías, caudillo de un grupo de
rebeldes, hombre primitivo, cruel y generoso, valeroso e indefenso ante los
acontecimientos, entre los cuales se mueve sin llegar a entenderlos plenamente,
su sacrifico queda sin sentido.
La
confusión generada, el vacio o aporía mental que da pie a las preguntas, a
intentar obtener otro resultado y que al final no nos da nada. Esa lucha sin
sentido que llevara a la cuestión de los fines por parte de la tropa, nos
muestran que las luchas se hacen con ideales por delante, que son esos los
movimientos iniciales, necesarios, para llevar a cabo el cambio, aunque sea
simplemente el inicio de un proceso, nada claro y que podría llegar a ser como
último recurso, algo innecesario para las vidas de esos hombres, los verdaderos
revolucionarios.
BIBLIOGRAFIA
AZUELA,
Mariano, Páginas autobiográficas, Prologo
de Francisco Monterde, México, Fondo de Cultura Económica, 1974.
BRUSHWOOD,
John S., México en su novela, México,
Fondo de Cultura Económica, pássim, 1973.
FUENTE,
Carlos, La nueva novela hispanoamericana,
México, Joaquín Mortíz, 1969
LEVI-STRAUSS,
Claude, Antropología estructural, Buenos
Aires, Eudeba, 1972
[1] Azuela, Mariano, Paginas autobiográficas, México, F.C.E.,
1974, p 25
[2] Fuentes, Carlos, La nueva novela hispanoamericana, México,
Joaquín Mortíz, 1969
[3]
Brushwood, John S., México en su novela, México, F.C.E.,
1973, p 352-396
[4]Levi-Strauss, Claude, Antropología estructural, Buenos Aires,
Eudeba, 1972, p 190.
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